Es como si jugaramos un juego.
Ella primero me comenta que ya es de noche y que es hora de irse a casa. Mira por la ventana y piensa que el mitsubishi violeta que tanto la movio por el pueblo estaba esperandola para volver a casa. Comenzó a recoger sus cosas, dobló las sabanas y decia: "Toño no ha llegado, tengo que llegar a casa para cocinarle". Mientras se preparaba para marcharse Toño que entra por la puerta cargando una bolsa de papel marrón que contenía un poco de pollo que guardó de su cena para ella. El le dice: " Bueno ya nos podemos ir" y ella mira el armario nos mira a todos y su alma no anhela mas que salir de este frio. Lo triste es que no nos podemos ir. Hay que estar una noche mas, entre sueros, oxigeno y personas desconocidas. En un solo instante la mente no desea afrontar mas el presete. El presente duele, duele porque es injusto, duele porque los surcos en la piel fueron calados por años llenos de despedidas, de crianzas, de momentos de tristeza, alegria y dolor. Finalmente luego de un bonito beso de despedida entre las lagrimas de amor mas puras que he podido presenciar, Toño se fue y ella llego a casa. Se acostó en la cama y al igual como soliamos hacer cuando yo era niño me hechó la bendicion. Luego ella me dice chequeate las puertas y las ventanas, no recuerdo si cerré bien el porton de afuera. De repente, tocarón la puerta y ella me dice: " cierrala bien, que esos vecinos de atras se meten a molestar". Yo le hablo le aseguro que todo esta cerrado y que ya no resta nada mas que descansar. Al igual que hace 10 años, pero con la unica diferencia que yo no era el mismo niño ella me miró a los ojos y me dijo: "te amo, que el señor te bendiga". En aquella habitacion fria de hospital ella durmio y yo dormi tranquilo porque aunque fuera por un instante ella estaba en casa.